Bavcar rememora el registro mental de su escasa memoria visual y entre muchas otras íconas, conceptualiza la imagen personal de la luna de su infancia. En un momento de conexión espiritual entre la memoria del alma de un infante y la divinidad de la coqueta luna que penetra su corazón, se forma la unión mística de la luna que, en su edad adulta, Bavcar atrapa, congela y suspende en el tiempo capturado en una fotografía.