La sociedad del siglo XXI enfrenta un cambio paradigmático respecto a su relación con el espacio domestico y habitable. Las incipientes aplicaciones inteligentes suponen el siguiente paso en la evolución hacia un ambiente completamente regulado por y diseñado para dispositivos electrónicos. En este artículo se intentan resaltar las virtudes de un acercamiento crítico y advertir respecto a la continuación de inercias y riesgos inherentes a esta tecnología.